¿No es ese mi deber?


En días pasados tuve la oportunidad de conocer a un hombre que según él no cree en Dios pero que me enseñó un principio de vida espectacular.

Me cuentan que este hombre es de esas personas que ayudan a todo el mundo sin esperar recibir nada a cambio. Muchos lo han engañado, han tomado ventaja de él, se han aprovechado de su bondad, pero a él nada de esto le importa.

Le pregunté que por qué no creía en Dios y me dijo que no podía comprender por qué habían tantas religiones y por qué todas decían tener la verdad. Me dijo que estaba cansado de la hipocresía de los religiosos y de tantos problemas que la religión ha causado a través de la historia.


Para este hombre sólo existe un principio de vida: amar al prójimo.

Lo que más me impactó de mi conversación con este hombre fue que a pesar de auto-proclamarse como "ateo", noté cualidades y virtudes en él que a muchos Cristianos nos faltan. Él se preguntaba por qué sus amigos se incomodaban con él cuando luego de ayudar a alguien necesitado este le fallaba o engañaba. Me dijo tranquilamente: "Si yo ayudo a alguien y este me engaña, o me queda mal, no soy yo el que está mal... yo cumplí con mi deber."

¡Qué tremenda enseñanza!

Muchas veces nos enfocamos en ser reconocidos o "pagados" por las cosas "buenas" que hacemos por otros en necesidad y no nos damos cuenta de que nosotros estamos supuestos a "hacer el bien sin mirar a quien."

Cómo hijos de Dios estamos llamados a ser de bendición a otros, sin importar recibir recompensa terrenal ya que nuestra recompensa está en Jesús y es eterna.

Recuerda que "somos bendecidos para bendecir".


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Por Emanuel Betances / Se permite la reproducción citando la fuente
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