Luis salió una tarde a pescar como solía hacerlo todas las semanas cuando, sin estar esperándolo, el cielo se tornó gris y el viento comenzó a arreciar. Al darse cuenta de que venía una fuerte tormenta, él decidió regresar a tierra firme pero el motor de su bote se apagó. Por más que trató de encender aquel motor no pudo lograrlo. Trató de llamar para pedir ayuda pero su radio tampoco funcionó. Ya todo se había puesto bien oscuro y no tenía ni idea de donde estaba; los fuertes vientos y la torrencial lluvia lo aterrorizaban.
En medio de aquella gran tempestad clamó a Dios para que le socorriera y le ayudara a salir con vida. Cuando de repente las fuertes olas lo arrastraron hasta una isla desértica donde amarró bien el bote a una roca y se refugió en una cueva. Estaba agradecido de que Dios le había escuchado, le había permitido llegar hasta ese islote sano y salvo. Ahora su plan era simple: esperar en la cueva a que amaneciera para entonces reparar el motor del bote y zarpar de nuevo hacia su casa. Cansado de aquella travesía, se quedó dormido.
En medio de la noche se escuchó un fuerte ruido que estremeció aquella cueva y despertó al pobre Luis el cual salió corriendo para ver de qué se trataba. ¡Qué frustración tan grande cuando vio lo que había sucedido! Una gran ola había lanzado su bote contra una roca causando una gran explosión. "¡Dios! ¿Por qué a mí?", decía llorando desconsoladamente... "¿Por qué me haces esto? ¡No es justo! ¿Y ahora qué será de mí?"
PAZ EN MEDIO DE LA TORMENTA
En estos momentos debemos recordar las palabras del Apóstol Pablo cuando dijo:
"Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús." Filipenses 4:6-7
Muchas veces Dios permite estas situaciones difíciles como parte de Su plan de bendición. ¡Si! de bendición. El problema es que como nuestra fe usualmente depende de lo que vemos, cuando llegan estas situaciones difíciles nos frustramos, nos desesperamos, dudamos de Dios. Actuamos como los discípulos cuando al desatarse una gran tempestad en el mar de Galilea se dieron cuenta de que Jesús estaba durmiendo y le gritaron: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”.
Estos mismos discípulos que habían visto a Jesús obrar milagros grandiosos, que lo habían identificado como Hijo de Dios, cuando llegó la tempestad y vieron que sus vidas corrían peligro se aterrorizaron, perdieron la fe, se olvidaron de quien era que estaba con ellos en la barca. Es por esto que Jesús se levanta y les dice:
“¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” Mateo 8:26
Estas mismas palabras nos dice Jesús hoy a nosotros. Aprendamos a descansar en Dios y en Sus promesas y veremos como aun en medio de grandes tormentas "Jesús se levantará, reprenderá a los vientos y al mar, y nos sobrevendrá una gran calma."
Por Emanuel Betances / Se permite la reproducción citando la fuente
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